Baja el sol y estoy sola con las nenas, Esteban no está. Es momento de preparar la madriguera. Cierro las persianas, pongo la alarma, prendo las luces de afuera y confío en que mi perra de 2 kilos va a ladrar si escucha algo raro. Cenamos, la pasamos lindo. Al acostarnos, oscuridad y tensión. “No pasa nada”, pienso: en la mesa de luz tengo un llavero con un botón de pánico y un teléfono. Puedo dejar marcado el 911, por las dudas; pero no, es demasiado. Además tengo una cruz.
¿Cuánto hace que tengo miedo? A ojo de buen jején, casi 20 años; desde antes de 2001, por ahí. Nunca me pasó algo que no tuviera retorno, pero sí me robaron y manosearon en la calle y me sacaron cosas del patio. Lo normal, bah. Me gustaría ser socióloga o historiadora para entender qué significa que una parte de la sociedad sienta miedo por 20 años.
La defensa es el encierro. El reguardo de la cría en la madriguera. Hace unos años un político dijo que la inseguridad era una sensación y casi nos dio un soponcio. Bueno, tenía razón. La inseguridad era y es una sensación, no importa el gobierno. También es una realidad, por supuesto. ¿Por qué si no es una locura que yo ahora, a las 12 de la noche de un día de semana, salga a dar una vuelta a la manzana?
A mis amigas y a mi lado yogui no les va a gustar que hable de miedo y encierro, pero bueno. Namasté.
Qué les pasa a los palihueros
Como escribí la semana pasada, Palihue es el barrio abierto más caro y verde de Bahía Blanca y tiene una pelea de dos grupos. Uno que al parecer no quiere juegos en las plazas por la inseguridad y otro que sí, integrado por mamis. El último domingo Día del Niño fuimos con Esteban y las nenas a acompañar a estas mamis a un reclamo con globos en la Sociedad de Fomento. Fue un éxito: había chicos, había colores y había un acordeón.
A pesar de que el mal y el bien parecen estar representados en esta historia, me quedé pensando en el supuesto movimiento abolicionista de hamacas. Porque tendría un sentido. Miedo, ¿qué va ser? Ahora, que ese miedo se exprese a través del rechazo a los no palihueros, bueno, eso parece ser otra cosa.
Guillermo Tella es arquitecto y capo en urbanismo —la línea editorial de este blog me exige poner “capo” en lugar de doctorados y trayectorias googleables— y hace un tiempo escribió un artículo en su web sobre otros barrios abiertos de Argentina donde ocurre algo parecido a lo de Palihue. Tella habla de «ciudad devenida en country» y “barrios semicerrados” y dice:
“Evidencian la tajante separación pretendida de un adentro sereno, apacible y relajado, respecto de un afuera devenido en violento, marginal y descuidado. Con lo cual los vecinos propietarios de estos recintos asumen por sí atribuciones de control y de gestión sobre el acceso a un barrio de la ciudad, por cuyas calles antes se solía abiertamente transitar”.
¿Cómo se logra algo así? Tella dice que con elementos simbólicos. En Buenos Aires con garitas y personal de seguridad. En Palihue con cámaras de vigilancia. Cámaras, cámaras y más cámaras.
Si lo conociera, Tella criticaría al abolicionismo de hamacas: “Los barrios que nacieron públicos y abiertos y que luego fueron cerrados por vecinos están generando una afectación directa a la libre circulación de las personas, circunstancia que atenta con derechos y garantías del más alto orden cívico e institucional. Si bien se comportan como barrios cerrados, no poseen personería jurídica que los legitime como tales”.
Sigo sin dormir
La semana pasada recibí muchos comentarios de gente que se acordaba de la canchita de fútbol, de la plaza frente a la Escuela N° 39, de la estafeta, de los lugares abiertos de Palihue a los que iba cuando era chica. Yo salía a juntar piñas y luego intentaba venderlas casa por casa. No era un negocio redituable, pero a mí como nena me permitía estar al aire libre y disfrutar de un barrio verde y lleno de pájaros.
Obviamente hoy eso es imposible. No sólo por la inseguridad, sino porque Netflix, las redes sociales y los jueguitos en la tablet colaboran con el encierro.
Francesco Tonucci es un psicopedagogo italiano capo que se especializa en el papel de los niños en el ecosistema urbano. Hace un tiempo estuvo en Rosario. Santa Fe, y habló del miedo y del único lugar donde nos sentimos tranquilos y defendidos, es decir, la casa. O mejor dicho, la fortaleza.
Tonucci propuso salir: “Hay que ocupar el espacio público y empezar por el barrio, donde se desarrolla buena parte de la vida de niños y niñas, amas de casa, ancianos, pobres, minusválidos que no utilizan la ciudad grande. La idea no pasa tanto por pensar una seguridad para los niños sino por invitar a los niños a ofrecerse para la seguridad de la ciudad”.
En fin. Acá estoy, la una de la mañana y sigo sin dormir pensando en por qué no puedo dormir. Se acerca a la cama mi hija de 4, María. Dice que soñó con un monstruo y que quiere upa. La levanto, acaricio y acuesto al lado. Vuelvo al teclado, miro el altar a la seguridad en mi mesa de luz y pienso en cómo terminar este artículo. En si es cierto lo de los 20 años de miedo o si además de la inseguridad, de lo que soy víctima es del psicopateo de los medios y de mi propia paranoia. Pienso en ese tipo de violencia de la que ni siquiera puedo hablar. ¿La verdad? No sé. Lo que sí sé es que mis nenas son nenas ahora. Así que miro a María y digo:
—Dormí, bonita, que mañana vamos a la plaza.
(Nota: la dirección de este blog agradece a la arquitecta María del Pilar Boland por el material bibliográfico y por su manija para la publicación de artículos sobre chicos, plazas y juegos).
En casi todo de acuerdo. Salvo en que no es la sociedad la que lleva más de 20 años de miedo. Sos vos. Y algunos más… Pero no podemos decir que nuestra sociedad que no está en guerra lleva más de 20 años de miedo.
Gustavo, tenés razón. Hablar de «la sociedad» es una generalización. Lo corregí, gracias por la observación. Pero de todos modos creo que si hay algo que sabemos, porque se ha estudiado y es visible, es que la inseguridad es uno de los temas que más nos preocupan desde hace mucho tiempo.
Tal vez es muy generalizado el «toda» pero esos algunos mas hoy representa a una gran mayoria, y una mayoria que tiene injerencia en las decisiones estatales, sino como se explica que cada vez sea mas frecuente la proliferación de barrios cerrados, la construcción de torres y condominios con «libertad controlada» y la situación extrema de crear barrios semi cerrados apropiando libres circulaciones de sus calles y de utilización de las plazas.La búsqueda de seguridad de una mayoría atenta con la seguridad de que se respeten los derechos de los ciudadanos de la otra, en referencia al ultimo caso.
«La ciudad es ante todo el espacio público, el espacio público es la ciudad. Es a la vez condición
y expresión de la ciudadanía, de los derechos ciudadanos. La crisis del espacio público se
manifiesta en su ausencia o abandono o en su degradación, en su privatización o en su tendencia
a la exclusión. Sin espacio público potente, integrador socialmente, articulador física y
simbólicamente, la ciudad se disuelve, la democracia que se pervierte, el proceso histórico que
hace avanzar las libertades individuales y colectivas se interrumpe o retrocede, la reducción de
las desigualdades y la supremacía de la solidaridad y la tolerancia como valores ciudadanos se
ven superados por la segregación y por la codicia, por el egoísmo y la exclusión.» Jordi Borja.Barcelona 2012
Sí, sé que llevar el llavero del monitoreo de alarma a la mesa de luz es exagerado, pero también sé que no soy la única que lo hace. Gracias por el aguante.