1987
Tenés 8 años y veráneas en Monte Hermoso. Jugás con la misma banda de amigos de todos los años.
Viene uno y te baja el short. Quedás en cola.
A tu edad “cola” es tanto la de adelante como la de atrás.
No decís nada.
Te vas.
1995
Tu mamá te lleva al traumatólogo.
Lo sugirieron en el colegio, porque el médico que te hizo la revisación de 2° Año del Secundario notó algo raro.
—Mirá, tenés casi 30 grados de curvatura —dice el traumatólogo—. Es una escoliosis importante. El tratamiento indicado es un corsé.
Ya sabés lo que es un corsé, tu mamá lo usó: una armadura de plástico que envuelve el torso.
—¿Ahora lo tengo que usar?
—Sí, porque estás en edad de crecimiento. Es como el tutor que se le pone a los árboles torcidos cuando son jóvenes.
—¿Por cuánto tiempo?
—No menos de dos años.
—¿Y qué pasa si no lo uso?
—Y, pueden pasar varias cosas. Entre otras que cuando seas grande no puedas tener hijos, porque tu columna no va a soportar el peso del embarazo.
Podrías decirle al traumatólogo que sea más cuidadoso. Que está siendo el protagonista de uno de los momentos más tristes de tu vida. Que mandarte al colegio y a la calle y a los campamentos y a las casas de tus amigas y a dormir y a los boliches y a Monte Hermoso con un corsé es algo que ni siquiera podés imaginar. Que lo que está diciendo parece un infierno —y lo será—. Que lo del embarazo es innecesario, podrías decirle.
Pero no, no decís nada.
Te vas.
2000
Vivís en Buenos Aires. Rendís Historia de la Cultura II en la Universidad del Salvador.
Los exámenes son públicos. Unos 20 compañeros escuchan detrás de tuyo. La profesora debe estar cerca de los 80 y es una eminencia.
Venís bien. Estudiaste. Hablás de la Edad Media. Usás palabras como “arquitectura”, “pintura”, “orfebrería”, “mosaicos”.
—Hábleme de orfebrería —interrumpe la profesora.
—Bueno, la orfebrería era utilizada para manipular la arcilla.
—¿Qué? Repítame, por favor, señorita.
—La orfebrería era utilizada para manipular la arcilla.
—¿Cómo dice?
—La arcilla, manipulaban. Cerámica.
Estás colorada, te transpira la espalda. Si fueras pan, leudarías. En lugar de corregirte o decirte que estás equivocada, la profesora insiste con las preguntas. Te humilla.
—¿Cómo que cerámica? ¿Y qué hacían con la cerámica?
—Vasijas.
—¿Vasijas? Pero mire qué interesante ese tipo de orfebrería…
—…
—¿Sabe qué es la orfebrería, usted?
—No sé qué decir. Parece que estoy equivocada.
—Mire, señorita, la orfebrería era y es el arte de trabajar adornos o utensilios de metales preciosos. Vaya nomás, tiene un 2.
Lo peor no es el 2. Son tus compañeros. La mirada ajena. Una mirada que encima no ves, porque está atrás.
No decís nada.
Te vas.
2017
Estás en la reunión de padres de la colonia de verano para anotar a tu hija de 4.
Se acerca una mamá.
—Hola, te quería decir algo.
—¡Hola! Sí, decime.
—Tu hija y el mío cumplen el mismo día, ¿te acordás?
—Sí.
—Bueno, este año lo festejo yo.
—Ah, me agarrás desprevenida.
—Sí, porque el año pasado lo festejaste vos.
—Pero pensé que no te interesaba la fecha.
—No, pero este año sí. Así que festejamos uno y uno y ya está.
—Bueno.
No sabés pelear: al enojo lo confundís con vergüenza, con tristeza.
Sos la nena en cola.
Te vas.
Lelé, más allá del relato, impecable, gracioso, tan real, eras –sos– taaaan bella. Pero taaan bella nena. Por Dios.
Gracias, me ponés contenta. Un beso.
Nos pasa a muchos… nos agarran desprevenidos y no reaccionamos, quedamos allí aletragados, con la mente en blanco.
Las respuestas, las buenas, las que nos gustaría haber dicho oportunamente nos aparecen en la cabeza unas dos horas después … Un lástima…
Si, a veces esas respuestas buenas aparecen a las dos horas, a veces después de años. En fin: personas.
Bella Maru!! !!! Cuántos recuerdos trae esa foto!!! La pollerita que tenías puesta tejida por la abuela Piba, tu carita siempre sonriente y tus cumpleaños… Callar a veces es lo mejor. Te quiero y valoro.