
Manejo de vuelta del colegio a casa con mi hija de 9, Antonia, que como está cansada y tiene hambre se retoba y mete en el baúl. Podría gritarle que vuelva a su asiento y se ponga el cinturón, pero no hace falta porque acá al lado en el semáforo hay algo que lo va a lograr solo.
—Mirá Tona, una muerta.
—¿Dónde? A ver.
Sale del bául de un salto. Al lado nuestro hay un coche blanco vidriado de la funeraria Bonacorsi que lleva un cajón de madera con una chapa con fechas y el nombre de una señora.
Un día después.
Llega la niñera de las nenas a casa.
—Estamos de velorio —me cuenta.
Una vecina suya de Villa Miramar murió de una semana para la otra por un virus y la están velando en la calle en el barrio. Tenía 33 años y 4 hijos.
—¿Hay papá? —pregunto.
—Sí, pero trabaja.
—¿Y vos la conocías a ella?
—Sí, la veía, pasaba con los chicos.
—¿Y ahora quién los va a cuidar?
—Hay hermanas.
Subo al auto y me voy a trabajar. Tengo que ir a Ingeniero White y el camino más directo pasa por Villa Miramar. Me preparo para el velorio.
Lo veo. Es así:
Una calle de tierra desnivelada hacia un costado y cortada por gente y chicos y colores y un coche fúnebre que intenta abrirse paso en lo que parece una escena de Esperando la carroza, pero sin las risas.
Sigo. Me siento incapacitada de dimensionar, como plastificada. Me falta línea editorial, marco teórico. Orientación de clase, me falta, de pérdida de madre de chico —bueno, eso no tanto, estoy casada con alguien que eso tuvo—, de crisis económica. Me guerreo a mí misma un par de cuadras, hasta que me asiste un ejército de defensa.
—Hay hermanas.
Más tarde.
Se incendia Notre Dame. Me paso la tarde en la red social del mal: Twitter.
El veneno hace efecto. Me irrito con todas las fotos —menos con una— de personas frente a Notre Dame. “Mirame, mirame por favor, date cuenta, ¡estuve en París!”. No tendría por qué importarme, pero mi nivel de Twitter en sangre es alto, claro que me importa.
Para donde mire, no importa la red, veo narcisismo. En mí también veo ego, ojo. Pretenciosos de clase, de belleza, de plata, de viajes, de deportes, de trabajos, de sexo, de amigos, de modernidad, de libros, de ideas, de moralina. ¡Callate un poco, querés!
Dos días después.
Escucho las nuevas medidas económicas del gobierno de Macri. Nunca salté por presidentes en redes sociales ni lo pienso hacer. Dudo que me dé el cuero, pero además siento que son demasiados los que lo hacen y que no sirve.
**Comienzo de comentario político**
Más puteás a Macri más lo ayudás. Lo mismo con Cristina. Son dos criaturas formadas a fuerza de odio de las que al menos en esta elección no vamos a zafar. Macri no era tan odiado, pero desde que rompió la economía está a la altura de Cristina en materia de odio y eso le dio una escala y una fuerza política que antes no tenía. Más meme burlón en WhatsApp mostrás, más fuerza les das.
No sé si alguna vez los gobiernos se nutrieron tanto de eso. Me informan por cucaracha que sí, que Perón. Pero Perón no tenía redes, no se enriquecía tanto de un odio tracción a marketing. El próximo gobierno va a ser del que mejor sepa usar ese odio.
**Fin de comentario político**
Siguen las medidas económicas en la radio. No sé qué radio escuchar, qué diario leer, a qué periodista seguir. La profesión que estudié, periodismo, boquea en una orilla como una corvina.
No hay medios ni muchos periodistas confiables, pero tampoco hay gobiernos, organizaciones, religiones ni referentes de casi nada que me curen la realidad, bajen una línea u orienten en alguna cosa y a los que les pueda creer cuando me dicen “mirá, es por acá”. Lo que hay son redes sociales y personas mostrándose a sí mismas.
¿Cómo hago entonces para entender el mundo si por casualidad me cruzo con una muerta en un coche fúnebre o con una a la que velan en la calle?
No sé, sólo me sale esto:
—Hay hermanas.
Hay hermanas, hay familia, hay amigos de siempre. Eso es lo único valido y verdadero que tenemos hoy en este mundo desigual y frívolo.
Eso es exactamente lo que quise decir y vos lo dijiste en dos líneas.
Hay amigas . Te quiero.
Ya lo creo que hay amigas.
Si te irrita o no te hace bien algo hay que dejalo un poco de lado y hacer algo que te saque cosas buenas. Enojarse es fácil, porque ni si quiera se necesitan motivos.
Más allá de estos consejo no solicitados, como nos tenés acostumbrados, impecable relato con una dosis de realidad inobjetable.
Que no se corte
Martín
Toda la razón en que no hacen falta motivos para enojarse. Supongo que ahí está también el asunto de la ira en las redes también. Estamos sacados por temas personales y al mirar a los otros redirigimos el veneno. Se agradece Martín la buena onda constante.
Impecable, como siempre. Lo de «Son dos criaturas formadas a fuerza de odio» no me había puesto a pensarlo nunca. Cuanta razón tenes en eso. Y que lamentable que es.
Viste? Es que creo que ahora lo que importa es que los candidatos te provoquen emociones. No importa que sean malas. Incluso mejor si son malas, porque quizá son más fuertes. Mirá Trump. Un megalómano trasnochado y mal bicho con un dedo en el botón rojo. Dicen que las redes lo pusieron ahí.
Momentos difíciles, tus textos son una radiografía de la realidad. Mi bella hija lo que ayuda y ayudará son los afectos, la empatía, como vos me decís , y la comprensión. Bendecir siempre, significa desear lo mejor. Te quiero
Gracias por este comentario. Ni que fueras mi mamá. También te quiero.
Genia en tus relatos… recién los conozco,q buena suerte la mía!! Felicitaciones
Qué buena onda la tuya, gracias! 😀