Estamos en la entrada de mármol del Cementerio Municipal de Bahía Blanca. No nos dejan entrar por la pandemia, pero mi mamá, mi papá, mi hermano y yo estamos distanciados, con barbijos y al aire libre, nadie nos puede prohibir estar acá en la vereda. Ahí viene. Un Peugeot negro con cola y vidriado se acerca al portón del cementerio con un nombre exhibido en tipogramas. R u b e n R e n é G i l i.
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Ruben era el gran amigo de mi mamá. Estudiaron juntos la carrera de Contador Público en la Universidad Nacional del Sur. Compartieron casamientos, nacimientos, vacaciones. Hace unos años cuando tuve que sacar mi monotributo fui derecho al estudio de Ruben:
—Bienvenida al sistema impositivo argentino —me dijo.
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Ruben era flaco y pelado y se decía a sí mismo «Negro». El acento de su nombre iba en la u, Ruben; no en la e, no era Rubén. Caminaba ladeado por una operación de cadera, pero lo hacía mucho y todos los días por el centro de Bahía Blanca. Tenía 76 años, dos hijas y una mujer, Susana, Susi. Hasta la pandemia y la cuarentena Ruben y Susi visitaban a mis papás y se quedaban hasta la hora de la cena y mi mamá proponía cocinar algo. Ruben se negaba, decía que no quería molestar, pero se quedaba igual parado cerca de mi mamá.
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Hace unos días vi una foto de Ruben en Facebook de Gambrinus, un tradicional restaurant de Bahía Blanca que por la pandemia ahora atiende afuera, en la calle. Un día después de publicarla a Ruben le dio un ACV y esa foto quedó ahí como una especie de desvarío, como sus últimas palabras. ¿A dónde van los muertos de Facebook? Dicen que el algoritmo se da cuenta. Que ve que de pronto no hay más actividad, que hace algunas preguntas por mail y que si nadie contesta, chau, lo detecta y empieza a posicionar mal. Lo relega a uno, lo manda para atrás, lo descompone. Igual todavía es pronto para Ruben, tres días tiene la foto de Gambrinus.
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Todos estos meses de pandemia y cuarentena Ruben quiso ir a visitar a mi mamá. Ella se negaba. Decía que no, que los viejos como ellos tienen que estar aislados. Que mejor más adelante.
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Es ¿2017? y estoy en el estudio de Ruben intentando ver con él un impuesto de Ingresos Brutos. No me presta atención. Prefiere hablar de sus nietas. Por ahí se ríe de ellas o de mis dos hijas, que se llaman igual, o de mi mamá o de mí, no sé bien de quién habla.
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¿Qué es Ruben ahora, qué queda de él? Creo que esto: Ruben caminando por la calle medio rengo yendo en dirección a su estudio contable y tratando de descifrar quién soy yo que desde un auto le toco bocina y grito “¡¡¡¡Rubeeeeennnn!!!!” y él levantando la mano y pensando que quizá soy yo, su sobrina o no sé quién hasta que sí, me reconoce, saluda y sigue caminando.
Lo lamento, querida Maru. Hasta en el dolor escribís lindo.
Te mando un abrazo.
Gracias Martín. Todos colegas tuyos. Aguanten los contadores queribles.
Excelente relato…como siempre…abrazo querida Maru
Gracias Pablo, siempre tan buena onda, vos.
Gracias por compartir tu recuerdo de mi querido hermano con tanto cariño.
Gracias a vos por leer. A Ruben siempre se lo va a recordar bien.
Hermosas palabras de despedida….